“Lo que me parece bello, lo que me gustaría hacer, es un libro sobre nada, un libro sin ataduras exteriores,…; un libro que apenas tendría argumento o, por lo menos, cuyo argumento sería casi invisible, si algo así es posible”
Gustave Flaubert. Carta a Louise Colet, 16 de enero de 1852 Fuente: fragmentos escrito
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Cuando pienso en escribir una colaboración sobre feminismo + transformación organizacional lo primero que me planteo es la necesidad de actualizar lo que significan estos dos conceptos a día de hoy. Para mí, son de esos conceptos que necesitan ser reciclados. Trataré de explicarme para así poder entenderme y hacerme entender.
Por un lado, aquellas mujeres que lucharon por el derecho a la educación, al voto y, en definitiva, el derecho a la igualdad, peleaban contra las creencias y los valores de la mayoría de la sociedad. A día de hoy, y hablo de mi entorno únicamente, aunque queden muchos compromisos que renegociar, hombres y mujeres compartimos el deseo de crear una sociedad en la que los niños y las niñas tengan las mismas oportunidades y que, cuando les toque hacerlo, estén preparados para compartir la responsabilidad de construir una sociedad más justa. Yo personalmente no recuerdo haberme sentido discriminada y comparto con la gran mayoría, por no decir la totalidad, de los hombres que conozco un profundo sentimiento de repugnancia por la violencia de género, por las terribles situaciones de abuso, por la desigualdad de oportunidades y por las injusticias.
Con esto quiero decir que el feminismo no es lo que era.
Por otro lado, transformación organizacional. Estamos viendo cómo las estructuras sólidas se tienen que adaptar a los tiempos líquidos y cómo los tradicionales métodos jerárquicos para introducir cambios en las organizaciones son ineficientes. A día de hoy sabemos que, si un sistema es estable es resistente al cambio y que las personas solo cambian si quieren hacerlo.
Con esto quiero decir que el concepto de transformación organizacional no es lo que era.
La hibridación de estos conceptos, feminismo + transformación organizacional, me lleva a reafirmarme en la idea de que el auténtico cambio a día de hoy, organizacional o social, tienen que ver con las personas y con la inteligencia colectiva.
El cambio que hoy necesitamos, comienza por el cambio personal, continúa con una renegociación de compromisos y termina con un cambio estructural y social; y no al contrario.
El cambio que la mayoría de nosotros queremos ver en la sociedad y en las organizaciones tiene que ver con personas más felices que se aceptan tal y como son, se enriquecen con la diversidad y crean lazos humanos de suma positiva. Y, en mi opinión, todo empieza por descubrirnos a nosotros mismos, aceptar nuestra identidad y constatar que somos diferentes a los roles preestablecidos. Porque cuando nos damos cuenta de que ninguno de nosotros se ajusta a “un molde”, nos damos cuenta también de que nos enriquecemos y nos complementamos unos a otros.
En mi opinión, el verdadero cambio, organizativo o social, llegará cuando superemos la simplificación que implica dividir a la sociedad en hombres y mujeres, tomemos conciencia de que existen múltiples formas de ser persona y descubramos toda la riqueza que encierra la diversidad del ser humano.
Paz, volviendo a tu post para interiorizarlo…
Me quedo con el punto en el que centras el protagonismo de la transformación: en la persona, que ha de comenzar «por el cambio personal, continúa con una renegociación de compromisos y termina con un cambio estructural y social».
La motivación real de la persona por provocar un cambio en sí misma y en su entorno, es básica, primordial. Pero como seres sociales (y sujetos a un contrato persona-empresa, en el marco de una relación laboral), es preciso poner el acento en que habrán de ser dos partes, como mínimo, quienes tengan que afrontar esa necesidad de cambio que tiene por lo menos una de las partes.
Esa renegociación es difícil generarla en ámbitos controladores, autoritarios, de costumbres rígidas, con fríos procedimientos que alguien escribió y que todo el mundo toma como dogmas de fé. Es necesario abordar esa renegociación a la par que se busca un nuevo estilo de dirección y de relación dentro de la propia empresa.
Vivimos en un mal momento para plantear este tipo de renegociaciones, pero siempre es buen momento para intentarlo.
Gracias por contribuir a ello, con tu post.
Hola Silvia,
Yo creo que sí es un buen momento para las re-negocitaciones. Probablemente porque soy una optimista incurable pero te cuento porque lo creo. Ahora las empresas necesitan, aunque algunas no lo sepan todavía, del liderazgo, de la creatividad, de la inteligencia colectiva, de la motivación… Y todas esas cosas nunca aparecen en organizaciones que mantienen diálogos prepotentes con las personas de la organización.
Gracias por pasarte y comentar y gracias también por invitarme a participar.